EL DESAFÍO DEL DISCURSO MITIGADO


 El discurso mitigado es un tipo de comunicación indirecta y suavizada que se emplea con el fin de moderar el impacto de un mensaje o “endulzar” lo que se dice. Para algunas personas se trata de una muestra de cortesía o diplomacia, pues es útil para abordar temas incómodos sin sonar agresivo; para otras, de una estrategia que permite deslindarse de la responsabilidad de lo que se expresa; y, para unas más,  de un reflejo de la cultura, ya que por diferentes motivos en varios países se considera incorrecto ser directo y contundente, especialmente cuando los implicados no se encuentran en el mismo rango jerárquico, como es el caso de padres e hijos o jefes y subordinados.

  Hasta aquí, el discurso mitigado no parece tener mayores inconvenientes, es más, la gente tiende a verlo como apropiado y eficaz porque aparenta involucrar flexibilidad al presentarse como una sugerencia, pregunta o insinuación que permite al receptor discrepar, dudar o rechazar; no es lo mismo escuchar “El reporte está mal” a “¿Te parece si revisamos el reporte de nuevo?”; sin embargo, aunque es verdad que existen distintos grados de mitigación, en ciertos contextos su característica ambigüedad dificulta la claridad del mensaje provocando malentendidos, de hecho, hay quienes consideran que jugó un rol clave en varios accidentes aéreos, y es que las grabaciones recuperadas de las cajas negras han evidenciado que algunos copilotos suelen suavizar sus palabras al dirigirse tanto al piloto como a la torre de control, incluso en situaciones de emergencia, donde una expresión directa con un tono más autoritario como “Nos quedamos sin combustible, necesitamos aterrizar de inmediato” en lugar de una formulación mitigada parecida a “Estamos bastante justos con el combustible, agradeceríamos prioridad para aterrizar” puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, ¿por qué este tipo de comunicación no es la ideal en casos como estos? Porque el discurso mitigado, al ser indirecto y menos impositivo, reduce la percepción de urgencia, lo que disminuye la probabilidad de que el receptor comprenda la seriedad del problema.

   En resumen, el discurso mitigado depende en gran medida de la interpretación que le dé el receptor, lo que implica que éste debe deducir y completar el mensaje, y es aquí donde radica el desafío, pues debido, entre otras cosas, a cuestiones de personalidad, factores culturales o niveles educativos, cada uno de nosotros podrá descifrarlo de diferente manera.




 

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